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Primavera otoñal foto: Xavier Valcárcel

DIARIO o fragmento del exilio EL FUEGO DE LA MENTE   //  Rosina Valcárcel

El duro oficio de ser humano, el duro oficio de ser compañero

Publicado: 2019-01-17

¿CUÁNDO PENSÉ? ¿CUÁNDO SENTÍ? ¿CUÁNDO EL DOLOR SE HIZO CARNE? ¿Cuándo el dolor se hizo piel en mí? 

Son las 2 y 44 de la madrugada del jueves 17 de enero de 2019. He despertado contenta. Ya no era la misma, una mezcla de bestia y humana se entretejía en mí. ¿A qué pueblo pertenecía? ¿A qué pueblos pertenezco?

Hoy una sonrisa me acompaña, aprovecho y me levanto, no deseo perder este espacio de cordura sin dolor mental, este espacio de salud sin dolor mental…

Creo que el fuego de la mente y la ternura humana con las piedras claves ¿serán estos mis primeros pensamientos desde que desperté a la razón o los últimos?

¿Cuándo regresé al laberinto del caos, cuándo me llevó al infierno? ¿Por qué la sensibilidad humana te empuja a dimensiones desconocidas?

Hoy visitaré a la doctora Juanita, una dentista eficiente y cálida, sus manos son capaces de hallar los recovecos de mi malestar y a la vez torearlos y a la vez jugar ajedrez con mis muelas y sus pesares y a la vez hallar mi humanidad oculta y regresarme a la condición humana, ese es el real papel de un galeno. La ciencia y la ternura.

Ayer nos visitó Claude después de tres años, su juventud espiritual intacta, su juventud corporal más joven. Sus ojos me abrazaron, sus manos estrecharon mi humanidad hecha añicos y me fui levantando quedamente un trecho. Su ser con raíces ayacuchanas, españolas y limeñas lo dibujan diferente. Ser hijo de Máximo y de Carmen, sobrino de Joaquín lo pintan singular. No perder nunca la ternura y sus ojos me la expresan. Y al rato de su partida empiezo a sentirme un poco mejor, aunque sea un instante, esa sensación de sentirme “otra” es maravillosa. Dura unas horas, pero dura.

He soñado con la presentación del libro de mi hija Odette, el tema tenía que ver con el Arte, el Psicoanálisis y el Alma real de la poesía. Estamos en el Paraninfo sanmarquino su disertación es muy buena, los años 60 retornan, los amigos de entonces: César Calvo, Julio Dagnino, Max Hernández, mis padres, los hermanos, las parejas, un pariente, los libros, la cultura, la poesía. Hay párrafos en francés, interrumpo despacio a la traductora –y ella paciente me canta la traducción-. El asir el conocimiento, ¡qué pasión por el conocimiento!

He recibido un soneto o una décima de Karl P. O., el sigue el compás de mi corazón fatigado, le da leña. Me ha llegado un texto de X pero debo de ser cuidadosa.

He recibido saludos de seres de tierras remotas que me quieren porque sí: Elena, la española, por ejemplo. Y tantos más…Pero a veces los oídos de mi corazón están cerrados y no laten y no pueden responder.

Por la tarde la joven compañera Nan se esmera: “Hay que abaratar costos, el dinero no alcanza para las medicinas”. Pido helados como una niña, M. Henri le da un billete y ella presta trae helados y galletas dulces que suplantan mi necesidad oral de afecto, mi necesidad básica de amor…Ella es consciente, ha sufrido bastante y aprendió y se esmera, de un modo u otro, en tratar de suplir esas carencias.

M. Henri estuvo medianamente duro: “No es tiempo para las depresiones, no hay tiempo para las depresiones” como si el ser humano es capaz, fuese, fuera capaz de programar la tristeza o desprogramarla. El ser compañero o compañera no somos máquinas, por ello mismo podemos ser compañeros. El aspirar a ser revolucionarios es la dimensión más alta del ser humano.

De día, bajo la cacería de insomnios inquietos, sueño con granos de sal sobre los ojos. Desamparada como la original infante, cruzada a lo largo por temores no redimibles, llevada y traída por espantos rescatables, llevada y traída por una fuerza aún no retratada, tiendo al fuego humano mi último carbón. Sobre un gran plato cae cortada mi cabeza por flores de azufre.

¿Qué me espera más tarde a las 10 de la mañana? No deseo tener temor a la escritura, no deseo tener miedo a la lectura, no deseo tener miedo a la gente.

Zorba es mi punto de apoyo con el que aún puedo sostener mi mundo.

Intuyo, a pesar de todo, que puedo renacer.


17/01/2019 4: 29 am Lima


Escrito por

Rosina Valcárcel Carnero

Lima, 1947. Escritora. Estudió antropología en San Marcos. Libros diversos. Incluida en antologías, blogs, revista redacción popular, etc.


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