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Dibujo: Carlos A. Ostolaza

ROSINA NOS ROCÍA CON SU NUEVA Y ALTA POESÍA

Winston Orrillo

Publicado: 2020-02-21

“Mirar el mar y cavilar cosas”/ La vida es un accidente es un modo ilegítimo de hallarse/ entre el caos y el paraíso y experimentar ser bienhechora/ y estudiar antropología y suspirar por el amor fallido/ y los gatos maltrechos y los veteranos ofendidos…” 

“9 de octubre” Che inconfundible como un astro verde olivo, eres el Quijote/ librando el sentido que te da la vida. Y caes también en la escuelita/ de La Higuera el 9 de octubre de 1967. Oh ironía, ¡pides que te disparen ¡ Tus ojos de cuarzo aún brillan : ¡Patria o muerte!”

Rosina

Por WINSTON ORRILLO

Soy un catecúmeno de su poesía: no recuerdo ya cuántas veces he escrito sobre ella y su obra impertérrita. Pues Rosina nunca se repite, porque abarca una temática plural, en (con) la que intenta aprehender lo variado, lo multiforme que es el mundo en que nos ha tocado vivir (léase “padecer”).

Por eso, como militante pugnaz en un mundo multifacético accedemos a su poetizar en el lirismo puro, el amor desafiante en medio de lo multicultural y el desasosiego de esa mujer-hembra que no tiene mucho tiempo de haber sido “descubierta”.

Porque ésa es una constante suya: la de buscar, ahora, en este deslumbrante poemario, el origen de la especie y, en su caso concreto, la presencia de Venus en la caverna (Fondo Editorial de Cultura Peruana, Lima, noviembre de 1919) , el entrañable sello de un colega poeta.

El volumen, como lo dice la propia autora, “la rescató del infierno”, y por ello la gratitud a sus amigas leales, a sus camaradas solidarios que la abrazan; y en especial a sus viejos amigos afectuosos que la abruman con su fraternidad: léase Alfonso Mendoza Fernández y José Li Ning Anticona, en particular, autor del enjundioso prólogo que nos orienta por los meandros de este volumen que, de suyo, tiene un lectura poliédrica.

La característica principal del poemario que hoy nos ocupa es su inabarcable horizonte: empieza en la caverna y accede a la estratósfera donde los hombres –nosotros- padecemos este vivir plural y básicamente injusto. Por ello la autora, que pertenece una familia donde Gustavo, el padre, fue un militante de la causa de la vida, y un ser comprometido con el cambio social, lo que lo llevó al exilio mexicano; y tuvo la suerte de que, junto, permanentemente, se hallara la inmortal Violeta, paradigma de madre-camarada.

En fin, un poemario para largas degustaciones que contiene sendos homenajes al Che, a Máximo Velando, Malcolm X, a Lucho de la Puente, Violeta Parra y el ya mencionado, el eterno Che.

Pero así como nos hallamos con estos seres-símbolos, reconocemos un “Canto de Jacobello del Fiore a la Virgen de la Misericordia”.

“Virgen Morena” es un sutil autorretrato de la autora, que debemos leer a pie juntillas, para reconocer y amar, aun más su caleidoscópica personalidad, tan presente en su obra creativa.

Realismo y fantasía no tienen compartimentos-estancos, y Rosina los usa porque eso es lo que sucede en la vida de una autora que, libro a libro, nos permite adentrarnos en su plural personalidad, que bien combina con su tarea de exégeta de temas antropológicos que tanto le alababa el entrañable Pablo Macera.

Sabiduría y lenguaje ubérrimo, Rosina Valcárcel da, en esta su nueva obra varios pasos delante de ella misma ( hablamos de Venus en la caverna) por su uso del lenguaje costeño, andino y, asimismo, amazónico.

Arquetipo de mujer comprometida, en el sentido más pleno de la palabra, ella es, a la vez, académica y adherida al mundo, cada vez más desafiante, de la actualidad.

En fin, no leer este libro solo por el mero goce estético (que lo hay en demasía), sino como una llave que nos abre las compuertas de una creadora que, a pesar de su ya vasta obra, siempre parece que está reinventándose.

Catedrática, directora de revistas, en una palabra toda un agitadora cultural, Rosina Valcárcel Carnero siempre nos deja con el deseo de una nueva obra que, lo sabemos, ya tiene en preparación.

Y acabamos con el inicio de “Venus en la caverna”

1 ¿Quién fue mi madre, quién fue mi abuela?/ Al inicio soy una mujer muy alta de pasos firmes/ En las oscuras paredes de la cueva/ Muerdo mi lengua de jacarandá/ Y se la doy de comer a mi crío./ La falta de aire me abruma/ Y la sed me agita al atardecer”.


Escrito por

Rosina Valcárcel Carnero

Lima, 1947. Escritora. Estudió antropología en San Marcos. Libros diversos. Incluida en antologías, blogs, revista redacción popular, etc.


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