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Niña cargando agua por Héctor béjar

CARTA DE BERNARDO A LUDWIG KAKUMEI x Héctor Béjar

A propósito de "Versos para colgar en la pared" de Rosina Valcácel

(Para la Maga desde Caracas)

Héctor Béjar

Publicado: 2021-08-20

Ud. Kakumei, es un guerrero

¿Se acuerda Ud. de la Maga?

Yo recuerdo sus pequeños pies haciendo crujir las tablas rugosas de aquella casa de la calle Cueva mientras afuera la gente hacía cola para tomar los tranvías acoplados de Chorrillos. Era la oficina de Unidad, un proyecto de periódico revolucionario en una ciudad que bostezaba. Ella tenía unos diez años, el pelo negro, los ojos asombrados, Ud. no la conoció entonces. Apenas un proyecto de primavera, un boceto de señorita. El sueño de su vida no había empezado. Ud. no la vio entonces, Kakumei.

No escuchó a Gustavo cantando al Quinto Regimiento, Ud. no vio a Violeta repartir los panes que se fiaba en la panadería de la esquina, a los amigos. Y Gustavo repartía las ideas. Y ambos repartían la esperanza. El olor de la tinta de imprenta nos envolvía a Gustavo, a Julio, a mí, a todos, al pie del vaivén de las máquinas planas. La primavera no empezaba, la esperábamos, luchábamos por engendrarla y hacerla nacer mientras las máquinas planas iban y venían, en su vals de pliego tras pliego. Y la maga heredó la adicción por la poesía y la tinta de imprenta.

Ahora Kakumei, Ud. y yo compartimos el otoño, pero la Maga sigue insistiendo en que la primavera todavía no ha nacido. Y aún vive el verano, cuando viaja por los sueños, todavía fuego en las pupilas, ardor en la sangre, la Maga. Sigue colgando y colgando sus dazibaos en las paredes. No se da cuenta de que el lejano chirriar de los tranvías ha sido barrido por el río de las combis, los ambulantes, los mototaxis, el humo y los megáfonos de este otro milenio. Kakumei, dígale a la Maga que despierte. Porque Calixto, ingenuo, alucinado todavía, es inútil para despertar a la gente del sueño. Estamos en otro milenio, Kakumei. El despacioso mundo de los tranvías, viejos bueyes que desplazaban el aburrimiento sobre sus surcos de hierro, ya se fue, se alejó hacia algún lugar desconocido, perdido en el horizonte del pasado. Y nos quedamos solos, Ud. y yo, Kakumei mientras esta maga sigue invocando al genio. Porque Calixto no sabe qué hacer. Ahora nos queda una prisión de ruido, una babel, un pantano. Y la maga, presa de Perú, sigue colgando sus versos en las paredes de esta prisión. Porfiada, insiste en el peligroso rito de la libertad que ya pasó de moda. Dígaselo Kakumei porque Calixto es incapaz y cómplice del sueño. ¿Podrá Ud. convencerla de que las alondras ya no amanecen, las aves ya no vuelan, y que este milenio de sangre, angustia y egoísmo no pertenece a las alondras sino a los gallinazos? ¿Podrá Ud. decirle que se deje de cosas de una vez por todas? No, porque Ud. también es un guerrero. Y con la maga y Calixto ya son tres.

Hermoso libro Rosina. Felicidades.

Héctor Béjar


Escrito por

Rosina Valcárcel Carnero

Lima, 1947. Escritora. Estudió antropología en San Marcos. Libros diversos. Incluida en antologías, blogs, revista redacción popular, etc.


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